domingo, 13 de enero de 2008

Ficciones

Nunca me han gustado los hombres con bigote. No es una cuestión tan solo de estética, es que no llego a entender que motiva a una persona a dejarse crecer los pelos comprendidos entre la nariz y la boca y a afeitarse meticulosamente el resto.

Ayer hice el amor con un hombre de bigote largo y frondoso, fue en Paris, en el Hotel Chevalier, antes justo de
mi viaje a Darjeeling, una ruta en tren por el techo del mundo para ver las cumbres nevadas del Himalaya.