Cada mañana
Ella que soy yo, sube cada mañana a un tren que no tiene nada de suyo a pesar del paso del tiempo. Un tren ajeno rodeado de extraños, destino a otro lugar ajeno y solitario. Pasarán las 1001 golondrinas y ¿nunca dejará de ser ajeno y extraño? No hay poesía allá donde yo voy, solo practicismo, costumbre, gente que viene para marchar después, cielos distintos con nubes sin formas, gruas , ladrillos y paradas que no significan nada, solo nombres que me alejan, que alargan mi espera.
Mi querido Madrid, cuánto te echo de menos.